Intervención del Cardenal Turkson, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, en la COP21

Intervención del Cardenal Peter K. A. Turkson en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de París (COP 21)

8 de diciembre de 2015


Como dijo el Papa Francisco a  los dirigentes mundiales reunidos en las Naciones Unidas el 25 de septiembre último, el hombre no está autorizado para maltratar el entorno, mucho menos para destruirlo. Cuando el entorno es asaltado, el pobre, menos capaz de defenderse, padece más. No podemos permanecer  ciegos al daño grave hecho al planeta, ni podemos quedarmos indiferentes a la situación de millones de personas que deben soportar la carga de tal destrucción. Aunque nadie puede  condenar a las personas a la desesperación y a la miseria, sin embargo, esto sucede con demasiada frecuencia a través de acciones destructivas o de culpable indiferencia. Y mientras nadie tiene el derecho de privar a las generaciones futuras de la posibilidad de vivir nuestro planeta, esto, desafortunadamente, es un horrible y cada vez más probable posibilidad.


En vez de haber sido prudentes  respecto a nuestra casa común, hemos sido descuidados.  El daño nace de elecciones económicas y políticas egoístas y miopes. Como resultado, los gritos de los pobres y desesperados se unen ahora  al gemido de la Tierra. Aquellos cuyas casas y sustento son arrastrados por la subida de los mares, o convertidos en  polvo por sequía, ¿dónde van?


Además, el cambio de clima no es limitado y no puede ser gestionado por los Estados solos: todo está relacionado. El auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás (Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato Si', [LS] 70). El deterioro del clima nace de los estilos de vida de los más ricos y de una idea obsoleta de desarrollo o progreso. Lo que necesitamos es "otro tipo de progreso, uno más sano, más humano, más social, más integral" (LS 112, cf. 194).


Evidentemente afrontamos dificultades considerables en nuestros esfuerzos para adoptar un nuevo Acuerdo sobre el cambio climático. Afrontamos el reto intimidante y complejo de integrar múltiples perspectivas esenciales y  sectores: finanzas, tecnologías y capacidad constructiva, ciencia medioambiental, gestión de datos, seguimiento y control, gobernanza multilateral, y otros. Así que nuestra tarea científica y diplomática es inmensa. Por favor, no nos perdamos en proteger los  intereses estrechos actuales.


En apoyo de nuestros esfuerzos, personas de todo el mundo han mostrado su preocupación medioambiental y social. El domingo 29 de noviembre, 785,000 personas en 175 países se unieron en marchas contra el  cambio climático. En preparación del COP21, más de  30.000 peregrinos en 35 países de todos los continentes anduvieron y recorrieron en bicicleta aproximadamente 280.000 km, más de 7 veces la vuelta alrededor del mundo. Y en París, 22.000 pares de zapatos proporcionaron una elocuente manifestación de la preocupación de las personas. Les damos las gracias a todos por hablar, rogando y  presionando por la justicia climática. Porque todos nosotros podemos y debemos hacerlo mucho mejor, transformándonos por el camino de una conversión ecológica.


Un gran acuerdo está en juego para cada país. El progreso durante demasiado tiempo se ha basado en las energías fósiles, en detrimento del entorno. Es es el momento para pasar a la acción. Como muchos científicos y economistas están advirtiendo, cuanto más tiempo esperemos,  más difícil será  modificar las condiciones medioambientales -el retraso causará más daño y sufrimiento.


Como dirigentes y expertos, nuestros retos son comunes y diferenciados.  A algunos países se les pide innovar en el sector de energía o modificar sus prioridades económicas; otros afrontan la ruina medioambiental y la masiva dislocación de sus poblaciones, si no su supervivencia. Lo que nos debe unir a todos es un marco ético compartido de bien común y solidaridad. Tales virtudes son indispensables para cualquier transformación, para cualquier compromiso eficaz por el cambio. Pueda ser que una falta de directrices éticas y motivación dificulte las negociaciones actuales.


Por ejemplo, la voz "solidaridad" ya no está en el texto; esto podría ser un indicador de cómo comprensión del principio de "responsabilidad común pero diferenciada" está cambiando, a pesar del hecho que todo el mundo hace referencia a él. Sí, diferenciación: las naciones ricas no son lo mismo que las otras. Y sí, justicia también: quienes han contribuido más a las emisiones de gases con efecto invernadero y quiénes más se han beneficiado del periodo industrial ahora deberían tomar la iniciativa y contribuir más a la solución que aquellos cuyo nivel de vida justo está empezando a aumentar.


Como el Papa Francisco ha afirmado tan fuertemente:  "Sería triste y me atrevo a decir, hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común" (Discurso en visita a la Oficina de Naciones Unidas en Nairobi, 26 noviembre 2015). Ojalá nos  guíe una visión compartida y fortalecida por la determinación y el coraje para alcanzar un Acuerdo justo, jurídicamente vinculante y verdaderamente transformador.


COP21 tiene que ser ambicioso. Los expertos nos dicen que las inversiones mundiales en energías limpias tendrían que ser alrededor de 2 billones al año entre ahora y 2030. Estas enormes cifras no llegan al 2 por ciento de PIB mundial, y son aproximadamente iguales al gasto militar anual de todo el mundo. Así, claramente, el asunto no es tanto si la economía lo puede soportar cuanto cuáles son nuestras prioridades.


Finalmente, un espíritu de diálogo genuino y constructivo es esencial (cf. LS 163); esto tiene que implicar escucha, paciencia, respeto para el otro, sinceridad y también sagacidad para revisar la propia opinión (Discurso en el 50º Aniversario de Pacem in Terris, 3 octubre 2013). El diálogo es la manera de construir confianza y confidencia dentro de las negociaciones. El diálogo es el camino para ser transformador: para redescubrir nuestra dignidad humana y empezar de nuevo como hermanos y hermanas. A través del fortalecimiento del diálogo, también descubriremos cómo prevenir conflictos y construir la paz, y todos nosotros  sabemos cuánto el cambio climático puede afectar a la paz.


Esta es la súplica de largo alcance que el Papa Francisco está haciendo: Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes.... Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá (LS 160).


La humanidad es una familia. Como hermanos y hermanas,  sólo tenemos una casa, una casa común, y todos nosotros tenemos que cuidarla.


En el regreso de su viaje reciente a África, el Papa Francisco expresó su confianza en que los dirigentes y los negociadores de París tienen la conciencia necesaria y la buena voluntad para cumplir lo que se necesita (Rueda de prensa en vuelo, 30 noviembre 2015). Y el último domingo afirmó que: por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las generaciones futuras, en París cada esfuerzo debería ir dirigido a reducir el impacto del cambio climático y, al mismo tiempo, a combatir la pobreza y promover la dignidad humana. Las dos elecciones van juntas: parar el cambio climático y combatir la pobreza para el florecemiento de la dignidad humana (Post-Angelus, 6 diciembre 2015). Estamos llamados para ser briosos en la toma de decisiones tan importantes, manteniendo como criterio básico para nuestras elecciones el mayor bien para la familia humana entera.

Gracias.

Texto original en inglés