Si quieres la paz, defiende la vida

 

Para lograr la Paz auténtica y feliz es necesario, según estos imperativos: «defender la Vida, cuidar la Vida, promover la Vida».

La política de los grandes armamentos entra inmediatamente en cuestión. La vieja sentencia que ha hecho y hace escuela en política: «si vis pacem, para bellum» no se puede admitir sin radicales reservas (cfr. Lc 14, 31). Con la sincera audacia de nuestros principios, denunciamos así el falso y peligroso programa de la «carrera de los armamentos», de la secreta competición por la superioridad bélica entre los pueblos. Aunque, por una sobreviviente y feliz cordura, o por tácito pero de hecho tremendo «brazo de hierro» en el equilibrio de las mortíferas fuerzas contrarias, no estalla la guerra (¡qué guerra sería!), sin embargo, cómo no lamentar el derroche de medios económicos y de energías humanas para conservar a cada Estado su coraza de armas cada vez más costosas, cada vez más eficientes, en perjuicio de los balances escolares, culturales, agrícolas, sanitarios, civiles: la Paz y la Vida soportan pesos enormes e incalculables para mantener una Paz fundada sobre la perpetua amenaza a la Vida, como también para defender la Vida mediante una constante amenaza a la Paz.

Pablo VI, Mensaje para la X Jornada Mundial de la Paz 1977

 

Claves bíblicas de lectura

Lucas 14

 

25Iba mucha gente acompañando a Jesús. Y él, dirigiéndose a ellos, les dijo:
26— Si uno quiere venir conmigo y no está dispuesto a dejar padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas, e incluso a perder su propia vida, no podrá ser discípulo mío. 
27Como tampoco podrá serlo el que no esté dispuesto a cargar con su propia cruz para seguirme. 
28Si alguno de vosotros quiere construir una torre, ¿no se sentará primero a calcular los gastos y comprobar si tiene bastantes recursos para terminarla? 
29No sea que, una vez echados los cimientos, no pueda terminarla, y quede en ridículo ante todos los que, al verlo,
30dirán: “Ese individuo se puso a construir, pero no pudo terminar”. 
31O bien: si un rey va a la guerra contra otro rey, ¿no se sentará primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a su enemigo, que avanza contra él con veinte mil? 
32Y si ve que no puede, cuando el otro rey esté aún lejos, le enviará una delegación para proponerle la paz. 
33Del mismo modo, aquel de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
 
Oración
Salmo 23

 

1Salmo de David.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
2En verdes praderas me hace descansar,
junto a aguas tranquilas me lleva.
3El Señor me reconforta,
me conduce por caminos rectos
haciendo honor a su nombre.
4Aunque camine por valles sombríos
no temeré mal alguno,
porque tú estás conmigo,
tu vara y tu cayado me sosiegan.
5Ante mí preparas una mesa
delante de mis enemigos,
unges mi cabeza con aceite
y mi copa rebosa.
6El bien y la bondad estarán conmigo
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
durante días sin fin.