El profeta Miqueas

Pueblos numerosos suben al monte del Señor
Mi 4,1-7
Así dice el Señor:
«Sucederá al final de los tiempos: El monte del templo estará plantado sobre la cumbre de los montes, y se alzará por encima de los collados; confluirán hacia él las gentes. Irán pueblos numerosos diciendo: "Vamos a subir al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas, porque de Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén."
Defenderá el derecho entre las gentes, enjuiciará a pueblos numerosos y distantes. Fundirán sus espadas para arados, sus lanzas para podaderas; no alzará un pueblo contra otro la espada, ni aprenderán más a hacer la guerra. Cada uno habitará bajo su parra y su higuera sin sobresaltos. Que lo ha dicho el Señor de los ejércitos.»
Todos los pueblos andan cada cual en nombre de su dios; pero nosotros andamos en nombre del Señor, Dios nuestro, por siempre jamás.
«Aquel día -oráculo del Señor- reuniré a los inválidos, congregaré a los dispersos, a los que afligí. Los inválidos serán el resto, los desterrados se harán un pueblo fuerte. Sobre ellos reinará el Señor en el monte de Sión, desde ahora y por siempre.»
El Mesías será nuestra paz
Mi 4,14-5,7
Así dice el Señor:
«Por ahora, todavía se junta la tropa, preparan el asedio contra nosotros, golpean con el cetro la mejilla al gobernador de Israel. Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.
Si Asur se atreve a invadir nuestra tierra, a pisar nuestros palacios, le enfrentaremos siete pastores y ocho príncipes, que por la espada dominarán la tierra de Asiria, la tierra de Nimrod por la daga. Y los librará de Asiria cuando invada nuestra tierra, cuando pise nuestras fronteras.
El resto de Jacob será, en medio de numerosos pueblos, como rocío del Señor, como lluvia sobre el verde, que no necesita esperar a los hombres, ni contar con los humanos. El resto de Jacob será, en medio de numerosos pueblos, como un león entre las fieras salvajes, como cachorro en una manada de ovejas, que penetra, pisa y destroza impune.»
El Señor llama a juicio a su pueblo
Mi 6,1-15
Escuchad lo que dice el Señor:
«Levántate y llama a juicio a los montes, que escuchen los collados tu voz.»
Escuchad, montes, el juicio del Señor; atended, cimientos de la tierra: El Señor entabla juicio con su pueblo y pleitea con Israel:
«Pueblo mío, ¿qué te hice o en qué te molesté? Respóndeme. Te saqué de Egipto, de la esclavitud te redimí, y envié por delante a Moisés, Aarón y María. Pueblo mío, recuerda lo que maquinaba Balac, rey de Moab, y cómo respondió Balaán, hijo de Beor; recuerda desde Acacias a Guilgal, para que comprendas que el Señor tiene razón.»
«¿Con qué me acercaré al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas? ¿Me acercaré con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el Señor en un millar de carneros, o en diez mil arroyos de grasa? ¿Le daré un primogénito para expiar mi culpa; el fruto de mi vientre, para expiar mi pecado?»
«Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios.»
¡Oíd! El Señor llama a la ciudad, escuchad, tribu y sus asambleas:
«¿Voy a tolerar la casa del malvado con sus tesoros injustos, con sus medidas exiguas e indignantes? ¿Voy a absolver las balanzas con trampa y una bolsa de pesas falsas? Los ricos están llenos de violencias, la población miente, tienen en la boca una lengua embustera.
Pues yo voy a comenzar a golpearte y a devastarte por tus pecados: comerás sin saciarte, te retorcerás por dentro; si apartas algo, se echará a perder; si se conserva, lo entregaré a los guerreros; sembrarás, y no segarás; pisarás la aceituna, y no te ungirás; pisarás la uva, y no beberás vino.»
La ciudad de Dios espera la salvación por el perdón de los pecados
Mi 7,7-20
Yo miro atento al Señor, espero en Dios, mi salvador; mi Dios me escuchará.
No te alegres, enemiga, de mi desgracia: si caí, me alzaré; si me siento en tinieblas, el Señor es mi luz. Soportaré la ira del Señor, pues pequé contra él, en tanto juzga mi causa y me hace justicia; me conducirá a la luz, y veré su justicia. Mi enemiga, al verlo, se cubrirá de vergüenza, la que me decía: «¿Dónde está tu Dios?» Mis ojos gozarán pronto, viéndola pisoteada como lodo de la calle.
Es el día de reconstruir tu cerca, es el día de ensanchar tus lindes, el día en que vendrán a ti desde Asiria hasta Egipto, del Nilo al Eufrates, de mar a mar, de monte a monte. El país con sus habitantes quedará desolado en pago de sus malas acciones.
Pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo. Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios.
Que los pueblos, al verlo, se avergüencen, a pesar de su valentía; que se lleven la mano a la boca y se tapen los oídos; que muerdan el polvo como culebras o sabandijas; que salgan temblando de sus baluartes, que teman y se asusten ante ti, Señor, Dios nuestro.
¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.