Zacarías

El Mesías que viene (9, 9-10)

9Salta de alegría, Sión; grita jubilosa, Jerusalén, porque ya llega tu rey, justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un borrico, retoño de asna.

10Destruirá los carros de guerra de Efraín y aniquilará la caballería de Jerusalén; quebrará los arcos de guerra y anunciará la paz a las naciones. Dominará de un mar a otro mar, desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra.

Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: el señorío de Dios

El prototipo de rey elegido  por Yahvéh es David, cuya condición humilde es subrayada con satisfacción por la  narración bíblica (cf. 1 S 16,1- 13). David es  el depositario de la promesa (cf. 2 S 7,13-16; Sal 89,2-38;  132,11-18), que lo hace iniciador de una especial tradición real, la tradición «  mesiánica ». Ésta, a pesar de todos los pecados y las infidelidades del mismo  David y de sus sucesores, culmina en Jesucristo, el « ungido de Yahvéh » (es  decir, « consagrado del Señor »: cf. 1 S 2,35; 24,7.11; 26,9.16; ver  también Ex 30,22-32) por excelencia, hijo de David (cf. la genealogía en: Mt 1,1-17 y Lc 3,23-38; ver también Rm 1,3).

El fracaso de la realeza en el plano histórico no llevará a la  desaparición del ideal de un rey que, fiel a Yahvéh, gobierne con sabiduría y  realice la justicia.  Esta esperanza reaparece con  frecuencia en los Salmos (cf. Sal 2; 18; 20; 21; 72). En los oráculos  mesiánicos se espera para el tiempo escatológico la figura de un rey en quien  inhabita el Espíritu del Señor, lleno de sabiduría y capaz de hacer justicia a  los pobres (cf. Is 11,2-5; Jr 23,5-6). Verdadero pastor del pueblo  de Israel (cf. Ez 34,23-24; 37,24), él traerá la paz a los pueblos (cf. Za 9,9-10). En la literatura sapiencial, el rey es presentado como aquel  que pronuncia juicios justos y aborrece la iniquidad (cf. Pr 16,12),  juzga a los pobres con justicia (cf. Pr 29,14) y es amigo del hombre de  corazón puro (cf. Pr 22,11). Poco a poco se va haciendo más explícito el  anuncio de cuanto los Evangelios y los demás textos del Nuevo Testamento ven  realizado en Jesús de Nazaret, encarnación definitiva de la figura del rey  descrita en el Antiguo Testamento (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 378).