Gravedad de la tragedia
No se trata de hacer carreras para ver quién es más solidario. La tragedia tiene tal magnitud que exige dejar de lado protagonismos y debates partidistas para centrarnos en lo esencial: el socorro a quienes lo necesitan para salvar su vida. Aunque ahora no debiéramos enredarnos en debates sobre culpas de unos u otros, en un segundo momento, tendremos que esclarecer las causas que han provocado esta situación y otras similares.
La verdadera ayuda exige un discernimiento profético y una profunda conversión que evite que esta situación vuelva a repetirse. En cualquier caso, es el momento de asumir conjunta y solidariamente responsabilidades. Ser responsables es tener el deber de responder. Y hacerlo desde el convencimiento de que en la familia humana, todos somos responsables de todos y nadie está exento del deber de ser custodio de la vida del otro. Esa responsabilidad es ética y religiosa, es decir, social, pero también jurídica y política (respeto a los derechos humanos y a los tratados internacionales) e histórica y económica (los refugiados huyen de conflictos provocados o alentados por intereses económicos y geoestratégicos de los que Occidente no es ajeno).
Estas emergencias eran previsibles y son el resultado de la inacción. La globalización económica no se ha traducido en una globalización ética volcada en la promoción, defensa, respeto y cumplimiento de los más elementales derechos humanos. Hay que reconocer la responsabilidad de todos en un mundo global, como paso previo para construir un sistema de acogida solidario y sostenible, pues “emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser algo más” (Carta Pastoral del Arzobispo de Madrid con motivo de la Constitución de la Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia de Madrid).
Corazón sensible
El Dios cristiano es un Dios encarnado en Cristo y su Espíritu está presente en la creación, en la Historia, en la vida de los hombres y mujeres y, singularmente, en los anhelos y el sufrimiento de las personas injusticiadas y empobrecidas. Por eso, necesitamos una “escucha activa y creyente de la realidad”, como lugar de Dios para escrutar los “signos de los tiempos” (Gaudium et Spes 4a). No podemos obviar una lectura explícitamente religiosa, creyente, de lo que ocurre. Así lo hace la Doctrina Social de la Iglesia. Es más, estamos seguros de que “la dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana” (Centesimus Annus 55) (Carta Pastoral del Arzobispo de Madrid con motivo de la Constitución de la Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia de Madrid).
Manos a la obra
Pido a todas las instancias de la Iglesia en Madrid, a sus parroquias, a los sacerdotes, a la vida religiosa, a los movimientos, a los consagrados y consagradas, familias y fieles que disciernan evangélicamente qué actitudes profundas hemos de tener, evitar que se hagan guetos y ver qué inmuebles, recursos económicos, profesionales y humanos se pueden compartir y poner a disposición de la acogida de las personas que vengan. Todo ello sin olvidarnos de las distintas formas de pobreza que subsisten en nuestra archidiócesis y que están necesitadas de respuestas públicas de calidad. Hago literalmente mías las palabras del Papa ayer en el rezo del Ángelus cuando pedía que “cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, acoja a una familia de prófugos, comenzando por mi diócesis de Roma. […] Frente a la tragedia de decenas de miles de prófugos, que huyen de la muerte por la guerra y por el hambre, y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama, nos pide ser prójimos de los más pequeños y abandonados, darles una esperanza concreta, no solamente pedirles valor y paciencia” (Carta Pastoral del Arzobispo de Madrid con motivo de la Constitución de la Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia de Madrid).
PISTAS DE REFLEXIÓN
¿Qué realidad contemplamos a la luz de los textos?
¿Qué valores nos proponen?
¿Qué compromiso asumimos?