Oficio por la paz

Oficio de lecturas por la paz

 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: ORACIÓN A MARÍA, REINA DE LA PAZ (Cardenal Renato Raffaele Martino)

 

Santa María, Madre del Amor,

que, estrechando entre tus brazos

al fruto tierno de tu seno,

escuchaste resonar en los cielos de Belén

el anuncio angélico de la paz,

primer don al mundo del Verbo hecho carne,

inclina benigna tu mirada

sobre la noche oscura de nuestra tierra,

todavía embriagada de odio y de violencia.

Madre de Misericordia,

que donaste el Salvador al mundo,

obtén para los gobernantes

sabiduría y discernimiento,

a fin que usen las conquistas de la ciencia

y de la técnica

para promover un desarrollo humano

respetuoso de la creación

y favorecer proyectos de justicia,

de solidaridad y de paz.

Haz que los enemigos se abran al diálogo,

los adversarios se estrechen la mano

y los pueblos se encuentren en la concordia.

Virgen María,

que en lo escondido de la casa de Nazaret

viviste con amor sencillo y fiel

la dimensión cotidiana de la relación familiar,

entra en cada una de nuestras familias

y derrite el hielo de la indiferencia y del silencio

que vuelven extraños y lejanos a los padres

entre sí y con sus hijos.

María, Reina de la Paz,

ayúdanos a entender que la primera paz

que debemos alcanzar

es la del corazón liberado del pecado,

y haz que, así purificados,

podamos nosotros también hacernos

constructores de paz,

para que la ciudad del hombre

pueda convertirse en el taller laborioso

en el que se realiza la salvación de Cristo tu Hijo,

que es la paz verdadera y duradera. ¡AMÉN!

 



 

SALMODIA

Ant 1. Vendrá el Señor y no callará.

Salmo 49 I - LA VERDADERA RELIGIOSIDAD

El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.

Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo:

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vendrá el Señor y no callará.

Ant 2. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.

Salmo 49 II

«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
-yo, el Señor, tu Dios-.

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;

pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.

Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.

Ant 3. Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

Salmo 49 III

Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?

Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;

te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»

Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.

El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

 

PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 6, 1-16

Caín y Abel

1Adán se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín. Y dijo:

-He tenido un hombre gracias al Señor.

2Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a criar ovejas, y Caín a labrar la tierra.

3Al cabo de un tiempo, Caín presentó de los frutos del campo una ofrenda al Señor.

4También Abel le ofreció las primeras y mejores crías de su rebaño.

El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda,

5pero no miró del mismo modo a Caín y a la suya. Entonces Caín se irritó sobremanera y puso mala cara.

6El Señor le dijo:

-¿Por qué te irritas? ¿Por qué has puesto esa cara?

7Si obraras rectamente llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal el pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes dominarlo.

8Caín propuso a su hermano Abel que fueran al campo y, una vez allí, Caín atacó a su hermano y lo mató.

9El Señor le preguntó a Caín:

-¿Dónde está tu hermano Abel?

Él respondió:

-No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

10Entonces el Señor replicó:

-¡Qué has hecho! La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

11Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra que ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano que tú has derramado.

12Aunque labres la tierra, no te volverá a dar sus frutos. Andarás por el mundo errante y vagabundo.

13Caín respondió al Señor:

-Mi crimen es demasiado terrible para soportarlo.

14Si hoy me condenas al destierro y a ocultarme de tu presencia, tendré que andar errante y vagabundo por el mundo, expuesto a que me mate cualquiera que me encuentre.

15El Señor le dijo:

-¡No será así! Si alguien mata a Caín deberá pagarlo multiplicado por siete.

Y el Señor marcó con una señal a Caín, para que no lo matase quien lo encontrara.

16Caín se alejó de la presencia del Señor y fue a vivir al país de Nod, al este de Edén.

 

Responsorio  (Génesis 4, 9-10)

R. ¿Dónde está tu hermano Abel?; * No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

V. ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. * No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

SEGUNDA LECTURA

Del Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016

De la indiferencia a la misericordia: la conversión del corazón

5. Hace un año, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz «no más esclavos, sino hermanos», me referí al primer icono bíblico de la fraternidad humana, la de Caín y Abel (cf. Gn 4,1-16), y lo hice para llamar la atención sobre el modo en que fue traicionada esta primera fraternidad. Caín y Abel son hermanos. Provienen los dos del mismo vientre, son iguales en dignidad, y creados a imagen y semejanza de Dios; pero su fraternidad creacional se rompe. «Caín, además de no soportar a su hermano Abel, lo mata por envidia cometiendo el primer fratricidio». El fratricidio se convierte en paradigma de la traición, y el rechazo por parte de Caín a la fraternidad de Abel es la primera ruptura de las relaciones de hermandad, solidaridad y respeto mutuo.

Dios interviene entonces para llamar al hombre a la responsabilidad ante su semejante, como hizo con Adán y Eva, los primeros padres, cuando rompieron la comunión con el Creador. «El Señor dijo a Caín: "Dónde está Abel, tu hermano? Respondió Caín: "No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?". El Señor le replicó: ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo"» (Gn 4,9-10).

Caín dice que no sabe lo que le ha sucedido a su hermano, dice que no es su guardián. No se siente responsable de su vida, de su suerte. No se siente implicado. Es indiferente ante su hermano, a pesar de que ambos estén unidos por el mismo origen. ¡Qué tristeza! ¡Qué drama fraterno, familiar, humano! Esta es la primera manifestación de la indiferencia entre hermanos. En cambio, Dios no es indiferente: la sangre de Abel tiene gran valor ante sus ojos y pide a Caín que rinda cuentas de ella. Por tanto, Dios se revela desde el inicio de la humanidad como Aquel que se interesa por la suerte del hombre. Cuando más tarde los hijos de Israel están bajo la esclavitud en Egipto, Dios interviene nuevamente. Dice a Moisés: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a liberarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). Es importante destacar los verbos que describen la intervención de Dios: Él ve, oye, conoce, baja, libera. Dios no es indiferente. Está atento y actúa.

 

 Responsorio  (Génesis 4, 9-10)

R. ¿Dónde está tu hermano Abel?; * No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

V. ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. * No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

    Oración

    Señor, da la paz a los que esperan en ti, escucha nuestras súplicas y llévanos por el camino de la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo.