Baruc
El retorno a la fuente de la sabiduría (3, 9-38)
9Escucha, Israel, los mandamientos de vida y presta atención para aprender prudencia.
10¿Por qué motivo, Israel, estás en un país enemigo y envejeces en tierra extranjera?
11¿Por qué te contaminas con los muertos y te cuentas entre los que descienden al abismo?
12¡Por haber abandonado el manantial de la sabiduría!
13Si hubieras seguido el camino trazado por Dios, vivirías en paz eternamente.
14Aprende dónde están la prudencia y la fortaleza, y dónde la inteligencia que te permite conocer a un tiempo una larga vida, la luz de los ojos y la paz.
15¿Quién ha descubierto el lugar en que se encuentra? ¿Quién ha penetrado en sus tesoros?
16¿Dónde están los gobernantes de las naciones? ¿Dónde los que dominan las fieras de la tierra
17y los que se entretienen con las aves del cielo? ¿Dónde los que acumulan plata y oro, cosas en las que ponen los humanos su confianza y jamás se ven saciados de poseerlas?
18¿Dónde los que trabajan la plata con esmero, sin revelar el secreto de sus obras?
19Todos desaparecieron, descendieron al abismo, y otros han ocupado su lugar.
20Otros más jóvenes han visto la luz y han vivido en la tierra; pero no han conocido el camino de la sabiduría.
21No han comprendido sus veredas, ni tampoco sus hijos se han apartado del camino ni les han prestado atención.
22Nada se ha sabido de ella en Canaán ni se la ha visto en Temán.
23Tampoco los hijos de Agar que investigan la inteligencia en la tierra, ni los mercaderes de Madián y de Temán, contadores de fábulas y buscadores de ciencia, han conocido el camino de la sabiduría ni tienen memoria de sus sendas.
24¡Oh Israel, cuán grande es la mansión de Dios, cuán espacioso el lugar de su dominio!
25Grande es, sin límites, excelsa y sin medida.
26Allí nacieron los famosos gigantes de la antigüedad, de gran estatura y expertos en la guerra.
27Pero Dios no los eligió a ellos ni les mostró el camino de la sabiduría,
28sino que perecieron por falta de inteligencia; a causa de su propia insensatez, perecieron.
29¿Quién subió al cielo, tomó la sabiduría y la hizo bajar de las nubes?
30¿Quién atravesó el mar, la halló y la trajo a precio de oro puro?
31Nadie conoce su camino, nadie alcanza a investigar sus veredas.
32Sólo aquel que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la hizo suya. Aquel que asentó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos;
33aquel que envía la luz, y la luz le hace caso; la llama, y lo obedece temblando.
34Las estrellas resplandecen alegremente en sus puestos de guardia;
35si él las llama, inmediatamente responden: "¡Estamos aquí!", y brillan alegres para aquel que las creó.
36Este es nuestro Dios, y en su presencia ningún otro puede ser tenido por tal.
37Él escudriñó todo el camino de la sabiduría; él es quien la dio a su siervo Jacob, a su amado Israel.
38Después apareció la sabiduría sobre la tierra y ha vivido con los humanos.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: el Compendio de la doctrina social
Este documento es un acto de servicio de la Iglesia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a quienes ofrece el patrimonio de su doctrina social, según el estilo de diálogo con que Dios mismo, en su Hijo unigénito hecho hombre, « habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15, 14-15), y trata con ellos (cf. Bar 3,38) ». Inspirándose en la Constitución pastoral « Gaudium et spes », también este documento coloca como eje de toda la exposición al hombre « todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad ». En esta tarea, « no impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido » (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 13).