Hechos de los Apóstoles
La ascensión de Jesús (1, 6-11)
6Los que lo acompañaban le preguntaron:
- Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de Israel?
7Jesús les contestó:
- No es cosa vuestra saber la fecha o el momento que el Padre se ha reservado fijar.
8Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y os capacitará para que deis testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra.
9Y, dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo arrebató de su vista.
10Estaban aún contemplando sin pestañear cómo se alejaba en el cielo, cuando dos personajes vestidos de blanco se presentaron ante ellos
11y les dijeron:
- Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Estad seguros de que el mismo Jesús que ha sido arrebatado de junto a vosotros para subir al cielo, igual que lo habéis visto ir al cielo, volverá.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: salvaguardar el medio ambiente
La salvación definitiva que Dios ofrece a toda la humanidad por medio de su propio Hijo, no se realiza fuera de este mundo. Aun herido por el pecado, el mundo está destinado a conocer una purificación radical (cf. 2 P 3,10) de la que saldrá renovado (cf. Is 65,17; 66,22; Ap 21,1), convirtiéndose por fin en el lugar donde establemente « habite la justicia » (2 P 3,13).
En su ministerio público, Jesús valora los elementos naturales. De la naturaleza, Él es, no sólo su intérprete sabio en las imágenes y en las parábolas que ama ofrecer, sino también su dominador (cf. el episodio de la tempestad calmada en Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Lc 8,22-25; Jn 6,16-21): el Señor pone la naturaleza al servicio de su designio redentor. A sus discípulos les pide mirar las cosas, las estaciones y los hombres con la confianza de los hijos que saben no serán abandonados por el Padre providente (cf. Lc 11,11-13). En cambio de hacerse esclavo de las cosas, el discípulo de Cristo debe saber servirse de ellas para compartir y crear fraternidad (cf. Lc 16,9-13) (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 453).
Venida del Espíritu Santo (2, 1-13)
1Al llegar el día de Pentecostés continuaban todos reunidos en el mismo sitio.
2De pronto, un estruendo que procedía del cielo y avanzaba como un huracán invadió la casa en que estaban congregados.
3Vieron luego una especie de lenguas de fuego que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.
4El Espíritu Santo los llenó a todos, y en seguida se pusieron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu Santo les concedía expresarse.
5Se hallaban entonces hospedados en Jerusalén judíos devotos llegados de todas las regiones de la tierra, los cuales,
6al oír el estruendo, acudieron en masa y quedaron perplejos, pues cada uno oía hablar a los apóstoles en su idioma nativo.
7Tan estupefactos y maravillados estaban, que decían:
- ¿No son galileos todos los que están hablando?
8¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos expresarse en nuestro propio idioma nativo?
9Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; los hay que residen en Mesopotamia, en Judea y Capadocia, en el Ponto, en la provincia de Asia,
10en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en la región de Libia que limita con Cirene; hay visitantes romanos,
11hay judíos y prosélitos, cretenses y árabes. Pues bien, todos y cada uno los oímos referir en nuestro propio idioma, las cosas portentosas de Dios.
12Así que, llenos de estupefacción, se decían unos a otros con asombro:
- ¿Qué significa esto?
13Otros, en cambio, se burlaban y decían que estaban borrachos.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: medios de comunicación
Los profesionales de estos medios no son los únicos que tienen deberes éticos. También los usuarios tienen obligaciones. Los operadores que intentan asumir sus responsabilidades merecen un público consciente de las propias. El primer deber de los usuarios de las comunicaciones sociales consiste en el discernimiento y la selección. Los padres, las familias y la Iglesia tienen responsabilidades precisas e irrenunciables. Cuantos se relacionan en formas diversas con el campo de las comunicaciones sociales, deben tener en cuenta la amonestación fuerte y clara de San Pablo: « Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros... No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen » (Ef 4,25.29). Las exigencias éticas esenciales de los medios de comunicación social son, el servicio a la persona mediante la edificación de una comunidad humana basada en la solidaridad, en la justicia y en el amor y la difusión de la verdad sobre la vida humana y su realización final en Dios. A la luz de la fe, la comunicación humana se debe considerar un recorrido de Babel a Pentecostés, es decir, el compromiso, personal y social, de superar el colapso de la comunicación (cf. Gn 11,4-8) abriéndose al don de lenguas (cf. Hch 2,5-11), a la comunicación restablecida con la fuerza del Espíritu, enviado por el Hijo (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 562).
Discurso de Pedro (10, 34-43)
34Pedro tomó entonces la palabra y se expresó en estos términos:
- Ahora comprendo verdaderamente que para Dios no existen favoritismos.
35Toda persona, sea de la nación que sea, si es fiel a Dios y se porta rectamente, goza de su estima.
36Fue Dios quien dirigió su mensaje a los israelitas y les anunció la buena noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.
37Hablo -ya sabéis- de lo acaecido a lo largo y ancho de todo el país judío, comenzando por Galilea, después que Juan proclamó su bautismo.
38De cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y lo llenó de poder; de cómo Jesús pasó por todas partes haciendo el bien y curando a todos los que padecían oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
39Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en territorio judío, especialmente en Jerusalén. Después lo mataron colgándolo de un madero.
40Pero Dios lo resucitó al tercer día y le permitió aparecerse,
41no a todo el pueblo, sino a nosotros los que fuimos escogidos de antemano por Dios como testigos y tuvimos ocasión de comer y beber con Jesús después que resucitó de la muerte.
42Pues bien, Jesús ha sido quien nos ha mandado anunciar su mensaje al pueblo y proclamar que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos.
43Y los profetas, por su parte, testifican unánimemente que todo el que crea en él alcanzará, por su medio, el perdón de los pecados.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: igual dignidad de todas las personas
« Dios no hace acepción de personas » (Hch 10,34; cf. Rm 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9), porque todos los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza. La Encarnación del Hijo de Dios manifiesta la igualdad de todas las personas en cuanto a dignidad: « Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús » (Ga 3,28; cf. Rm 10,12; 1 Co 12,13; Col 3,11).
Puesto que en el rostro de cada hombre resplandece algo de la gloria de Dios, la dignidad de todo hombre ante Dios es el fundamento de la dignidad del hombre ante los demás hombres. Esto es, además, el fundamento último de la radical igualdad y fraternidad entre los hombres, independientemente de su raza, Nación, sexo, origen, cultura y clase (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 144).
Discurso de Pablo en el Areópago (17, 22-34)
22Pablo, erguido en el centro del Areópago, tomó la palabra y se expresó así:
- Atenienses: resulta a todas luces evidente que sois muy religiosos.
23Lo prueba el hecho de que, mientras deambulaba por la ciudad contemplando vuestros monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: "Al dios desconocido". Pues al que vosotros adoráis sin conocerlo, a ese os vengo a anunciar.
24Es el Dios que ha creado el universo y todo lo que en él existe; siendo como es el Señor de cielos y tierra, no habita en templos construidos por hombres
25ni tiene necesidad de ser honrado por humanos, pues es él quien imparte a todos vida, aliento y todo lo demás.
26Él ha hecho que, a partir de uno solo, las más diversas razas humanas pueblen la superficie entera de la tierra, determinando las épocas concretas y los lugares exactos en que debían habitar.
27Y esto para ver si, aunque fuese a tientas, pudieran encontrar a Dios, que realmente no está muy lejos de cada uno de nosotros.
28En él, efectivamente, vivimos, nos movemos y existimos, como bien dijeron algunos de vuestros poetas: "Estirpe suya somos".
29Siendo, pues, estirpe de Dios, no debemos suponer que la divinidad tenga algún parecido con esas imágenes de oro, plata o mármol, que son labradas por el arte y la inspiración humana.
30Y aunque es verdad que Dios no ha tomado en cuenta los tiempos en que reinaba la ignorancia, ahora dirige un aviso a todos los humanos, dondequiera que estén, para que se conviertan.
31Y ya tiene fijado el día en que ha de juzgar con toda justicia al mundo; a tal fin ha designado a un hombre, a quien ha dado su aprobación delante de todos al resucitarlo triunfante de la muerte.
32Cuando oyeron hablar de resurrección de muertos, unos lo tomaron a burla. Y otros dijeron:
- ¡Ya nos hablarás de ese tema en otra ocasión!
33Así que Pablo abandonó la reunión.
34Sin embargo, hubo quienes se unieron a él y abrazaron la fe; entre ellos, Dionisio, que era miembro del Areópago; una mujer llamada Dámaris y algunos otros.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: valores fundamentales de la vida social
Los hombres tienen una especial obligación de tender continuamente hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente. Vivir en la verdad tiene un importante significado en las relaciones sociales: la convivencia de los seres humanos dentro de una comunidad, en efecto, es ordenada, fecunda y conforme a su dignidad de personas, cuando se funda en la verdad. Las personas y los grupos sociales cuanto más se esfuerzan por resolver los problemas sociales según la verdad, tanto más se alejan del arbitrio y se adecúan a las exigencias objetivas de la moralidad.
Nuestro tiempo requiere una intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte de todos, para que la búsqueda de la verdad, que no se puede reducir al conjunto de opiniones o a alguna de ellas, sea promovida en todos los ámbitos y prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar sus exigencias o de ofenderla. Es una cuestión que afecta particularmente al mundo de la comunicación pública y al de la economía. En ellos, el uso sin escrúpulos del dinero plantea interrogantes cada vez más urgentes, que remiten necesariamente a una exigencia de transparencia y de honestidad en la actuación personal y social (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 198).