Misión y visión
La espiritualidad entraña una insondable riqueza casi imposible de abarcar en su totalidad. Nos une a Dios y a lo más íntimo que de Él se encuentra en cada ser humano. Una de las vertientes más fundamentales de la espiritualidad es la llamada a la unidad con el todo y en todos. Esto resulta del todo incompatible con las divisiones, rivalidades, injusticias, violencia.... y todo aquello que rompe el proyecto de familia al que toda la humanidad está llamado.
Esta dimensión es conocida desde antiguo como la dimensión profética que nos envía a anunciar el Reino de Dios y a denunciar cualquier situación que impide su desarrollo en la humanidad. En este marco se incardina la misión de Justicia y Paz que quiere ser una voz de Iglesia para seguir avanzando a ese mundo más fraterno al que todos aspiramos. Desde el profundo convencimiento de que todas las personas somos imagen de Dios y por tanto iguales en dignidad, nuestra misión es conseguir que eso se haga realidad a través de un compromiso por la transformación de la realidad social e instaurar el Reino que es de Justicia, de Paz, de Fraternidad.
Los miembros de Justicia y Paz asumen su compromiso bautismal como respuesta a la llamada de Dios a transformar la realidad social, según los valores del Reino, a favor de la justicia, de la paz y de la promoción de los derechos humanos y del cuidado de la Creación. Descubren, comparten y promueven este compromiso junto con otras personas y colectivos, creyentes o no, que van construyendo una sociedad y un mundo que se vaya pareciendo al sueño de Dios, teniendo como referencia la Palabra de Dios que se va concretando en las orientaciones de la doctrina social
de la Iglesia.
Intentamos vivir la unidad entre fe y vida, sin dicotomías entre espiritualidad y compromiso, descubriendo la presencia y llamada de Dios en los hechos y sufrimientos que ocurren en la realidad cercana y universal. La espiritualidad nos impulsa al compromiso y el compromiso alimenta nuestra espiritualidad. Somos conscientes de que no se puede separar la fe del compromiso a favor de la justicia.
Como consecuencia de la atención para VER la realidad con la mirada de Dios, a SENTIR el sufrimiento, las injusticias, las violencias, el despilfarro... que aquejan a tantos hermanos y hermanas con los sentimientos de Jesucristo, queremos estar prontos para responder con lucidez ante estas situaciones -ACTUAR-, denunciándolas y proponiendo alternativas, personales, sociales y políticas, más humanas, que creen igualdad y fraternidad.
Justicia y Paz es una organización pública de la Iglesia. En ella participan laicos, religiosos y sacerdotes que asumen su compromiso en el mundo de acuerdo con los criterios del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia, en clima de igualdad y fraternidad.
Justicia y Paz, hacia el interior de la Iglesia, puede y debe desarrollar la misión de promover la justicia y la paz y, en comunión con ella, se siente corresponsable de su vida y misión. Con plena lealtad a las instituciones de la Iglesia, puede y debe tener una voz propia, en los asuntos que le competen, que no es la voz oficial de la Iglesia, que corresponde a los obispos, pero siempre debe ser una voz cualificada de Iglesia.
Considera que la Naturaleza es un don de Dios para uso de todos y de las generaciones futuras. Por eso defiende un uso racional y equitativo de los recursos de la Tierra y se implica en aquéllas acciones que nos lleva a protegerla y a ser posible, mejorarla.
Es consciente de que la realidad puede ser vista desde distintos puntos de vista que pueden llevar a distintas conclusiones y acciones. Por esa razón procuramos encontrar foros de encuentros y debates en los que se puedan escuchar todas las voces poniendo sobre todo el énfasis en escuchar a las víctimas: de la crisis económica, de las injusticias, de la guerra, la violencia, discriminación...
De cara al exterior de la Iglesia, las organizaciones de Justicia y Paz deben promover la justicia y la paz en el mundo con todos aquellos que promueven la causa de los derechos humanos. Justicia y Paz vive en permanente diálogo con el mundo y participa en organizaciones y eventos donde sea necesaria una voz y presencia de Iglesia, conforme a la vocacional específica laical de estar en "frontera", como nos invita el Papa Francisco, y donde no sea quizá conveniente ni apropiada la presencia de obispos ni sacerdotes.