10 DE DICIEMBRE DE 1948

10 DE DICIEMBRE DE 1948
 
Este segundo domingo de Adviento, en el que las lecturas nos dicen que preparemos el camino al Señor, recordamos que un 10 de diciembre de hace 75 años fue aprobada en París, por 50 de los 58 países que entonces formaban la ONU, la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, como respuesta a los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad” cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Su adopción reconocía que los derechos humanos son la base de la libertad, la justicia y la paz.
El mundo salía de una de sus etapas más oscuras, el holocausto, Hiroshima y Nagasaki, millones de seres humanos muertos, miles de ciudades destruidas. El horror vivido llevó a la creación de las Naciones Unidas y uno de sus primeros trabajos fue la elaboración del documento que hoy conmemoramos y que fue encargado a un comité, en 1946, formado por 18 personas de diferentes países, entre ellos Líbano, Australia y Chile. 
El comité fue presidido por una mujer: Eleanor Roosevelt, viuda del presidente americano F.D. Roosevelt, una de las personas que más ha trabajado en la defensa de los DD.HH. No fue la única mujer que participó activamente en la redacción de este fundamental documento. La política y diplomática india Hansa Mehta consiguió sustituir la frase inicial del artículo 1 de la Declaración "todos los hombres nacen libres e iguales" por "todos los seres humanos...”, y la diplomática dominicana Minerva Bernardino consiguió que "la igualdad de derechos entre hombres y mujeres" se reconociese en el preámbulo del texto. Nuestro homenaje a todas ellas y a sus compañeros que hace 75 años trabajaron por los derechos de los hombres y las mujeres.
Hoy contamos con el testimonio de Federico Mayor Zaragoza que fue director general adjunto de la UNESCO y actualmente preside la Fundación Cultura de Paz
Pedimos al Señor que nos de fuerzas para que sigamos trabajando para que cada uno de los artículos de esta declaración se haga realidad para todos los seres humanos:
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.»  (Is 40,3)