Educarse para la paz a través de la reconciliación
Una Paz, sin clemencia, ¿cómo puede llamarse tal? Paz saturada de espíritu de venganza, ¿cómo puede ser verdadera? De una parte y de otra es necesario el recurso a aquella justicia superior que es el perdón, el cual hace desaparecer las cuestiones insolubles de prestigio y hace todavía posible la amistad.
Lección difícil; pero ¿no es quizá magnífica? ¿no es quizá de actualidad? ¿no es quizá cristiana? Eduquémonos para esta escuela superior de la Paz, en primer lugar, a nosotros mismos, Hermanos e Hijos cristianos; leamos de nuevo el Sermón de la montaña (cfr. Mat. 5, 21-26; 38-48; 6, 12, 14-15) y procuremos después dar, mediante el ejemplo y la palabra, su anuncio al mundo.
Pablo VI, Mensaje para la III Jornada Mundial de la Paz 1970
Clave bíblica de lectura
Mateo 6
5Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que son muy dados a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que todo el mundo los vea. Os aseguro que ya han recibido su recompensa.
6 Tú, cuando ores, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
7 Y al orar, no os pongáis a repetir palabras y palabras; eso es lo que hacen los paganos imaginando que Dios los va a escuchar porque alargan su oración.
8 No seáis iguales a ellos, pues vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad aun antes que le pidáis nada.
9 Vosotros debéis orar así:
Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
10Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
lo mismo que se hace en el cielo.
11 Danos hoy el pan que necesitamos.
12 Perdónanos el mal que hacemos,
como también nosotros perdonamos
a quienes nos hacen mal.
13 No nos dejes caer en tentación,
y líbranos del maligno.
14 Porque, si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial.
15 Pero, si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.
Oración
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.