La paz es posible
Nosotros creemos en un gobierno frecuentemente indescifrable, pero real, de una Bondad infinita que llamamos Providencia y que domina la suerte de la humanidad; conocemos las singulares pero extraordinarias reversibilidades de todo acontecimiento humano en una historia de salvación (cf. Rom 8, 281); llevamos esculpida en la memoria la séptima bienaventuranza del Sermón de la Montaña: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt. 5, 9); nosotros escuchamos, absortos en una esperanza que no defrauda (cf. Rom 5, 5), el anuncio navideño de paz a los hombres de buena voluntad (cf. Lc 2, 14); tenemos continuamente la paz en los labios y en el corazón como don, saludo y auspicio bíblico, proveniente del espíritu, porque nosotros poseemos la fuente secreta e inagotable de la paz, que es «Cristo nuestra paz» (Ef 2, 14), y si la paz es posible en Cristo y por Cristo, ella es posible entre los hombres y para los hombres.
No dejemos que decaiga la idea de la paz, ni la esperanza, ni la aspiración, ni la experiencia de la paz; sino que renovemos siempre en los corazones el deseo de ella en todos los niveles: en el cenáculo secreto de las conciencias, en la convivencia familiar, en la dialéctica de los contrastes sociales, en las relaciones entre las clases y las naciones, en el apoyo a las iniciativas y a las instituciones internacionales que tienen la paz por bandera. Hagamos posible la paz, predicando la amistad y practicando el amor al prójimo, la justicia y el perdón cristiano; abrámosle las puertas, donde haya sido excluida, con negociaciones leales y ordenadas a sinceras conclusiones positivas; no rehusemos cualquier clase de sacrificio que, sin ofender la dignidad de quien se vuelve generoso, haga la paz más rápida, cordial y duradera.
Pablo VI, Mensaje para la VI Jornada Mundial de la Paz 1973
Claves bíblicas de lectura
Romanos 5
1 Restablecidos, pues, en la amistad divina por medio de la fe, Jesucristo nuestro Señor nos mantiene en paz con Dios.
2Ha sido, en efecto, Cristo quien nos ha facilitado, mediante la fe, esta apertura a la gracia en la que estamos firmemente instalados a la vez que nos sentimos orgullosos abrigando la esperanza de participar en la gloria de Dios.
3Es más, hasta de las dificultades nos sentimos orgullosos, porque sabemos que la dificultad produce constancia,
4la constancia produce una virtud a toda prueba, y una virtud así es fuente de esperanza.
5Una esperanza que no decepciona, porque al darnos el Espíritu Santo, Dios nos ha inundado con su amor el corazón.
6Carecíamos de fuerzas, pero Cristo murió por los culpables en el momento señalado.
7Difícil cosa es afrontar la muerte, aunque sea en favor de una persona buena; no obstante, por una buena causa, tal vez alguien estaría dispuesto a morir.
8Pues bien, Dios nos ha dado la mayor prueba de su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores.
9Pues ahora que, por la muerte de Cristo, Dios nos ha restablecido en su amistad, con mayor razón por el mismo Cristo nos librará del castigo.
10Y si, siendo enemigos, Dios nos reconcilió consigo mediante la muerte de su Hijo, con mayor razón, ya reconciliados, nos liberará y nos hará participar de su vida.
11Más aún: el mismo Jesucristo, Señor nuestro, artífice de la obra reconciliadora en el momento presente, hace que nos sintamos orgullosos de Dios.
Oración
Salmo 8