Las verdaderas armas de la paz
Hay que dar a la Paz otras armas que no sean las destinadas a matar y a exterminar a la humanidad. Son necesarias, sobre todo, las armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional; primeramente, la de observar los pactos. Pacta sunt servanda: es el axioma todavía válido para la consistencia del diálogo efectivo entre los Estados, para la estabilidad de la justicia entre las Naciones, para la conciencia honesta de los Pueblos. La Paz hace de ello su escudo. Y ¿qué sucede donde los Pactos no reflejan la justicia? Entonces se hace la apología de las nuevas Instituciones internacionales, mediadoras de consultas, de estudios, de deliberaciones, que deben excluir absolutamente la llamada vía del hecho consumado, es decir, el litigio de fuerzas ciegas y desenfrenadas, que siempre llevan consigo víctimas humanas y ruinas sin número ni culpa, y que difícilmente alcanzan el objetivo puro de reivindicar efectivamente una causa verdaderamente justa; en una palabra, las armas, las guerras hay que excluirlas de los programas de la civilización. El juicioso desarme es otra armadura de la Paz. Como decía el Profeta Isaías: «El juzgará a las gentes y dictará sus leyes a numerosos pueblos, y de sus espadas harán rejas de arado, y de sus lanzas, hoces» (Is 2, 4). Y escuchemos la Palabra de Cristo: «Vuelve la espada a la vaina, pues quien toma la espada a espada morirá» (Mt 26, 52). ¿Utopía? ¿Hasta cuándo?
Pablo VI, Mensaje para la IX Jornada Mundial de la Paz 1976
Claves bíblicas de lectura
Isaías 2
Salmo 121
1 Cántico de peregrinación.