DÍA INTERNACIONAL DE LA PAZ: DE LA POLICRISIS AL ENCUENTRO: RENOVAR NUESTRO COMPROMISO CON LA PAZ
DE LA POLICRISIS AL ENCUENTRO: RENOVAR NUESTRO COMPROMISO CON LA PAZ
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo (Jn 14, 27)
Cada 21 de septiembre celebramos el Día Internacional de la Paz, una fecha para recordar que la paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino una tarea activa que debe cultivarse día tras día, con acciones concretas y corazón abierto. No basta con desearla desde lejos: es necesario comprometernos con ella desde lo más profundo de nuestro ser, desde la mirada que damos al otro, desde el encuentro, el diálogo, la reconciliación y la justicia.
Hoy nos encontramos en medio de una policrisis global: guerras prolongadas, crisis humanitarias, emergencias climáticas, tensiones económicas y una creciente polarización política. Se ha descrito este tiempo como “una guerra mundial a pedazos”, expresión que refleja cómo múltiples conflictos diseminados en distintas regiones, pero con impactos globales, están resquebrajando la estructura de paz que tanto necesitamos. Al mismo tiempo, el tejido internacional que durante décadas reguló las relaciones entre los Estados se encuentra en proceso de descomposición. El modelo de un multilateralismo colaborativo está siendo desafiado por una lógica de realpolitik que, al priorizar intereses inmediatos, erosiona los espacios de diálogo y cooperación. En este contexto, la paz deja de ser un ideal lejano para convertirse en una urgencia y en una responsabilidad compartida.
La cultura del encuentro, como la propone el papa Francisco, es una invitación a salir de la indiferencia y del aislamiento para abrirnos al otro con respeto, escucha y reconocimiento de su dignidad. No se trata sólo de tolerar la diversidad, sino de valorarla como riqueza que nos transforma y nos hace crecer juntos. Esta cultura crece en gestos simples que transforman: tender la mano, dialogar con apertura, atreverse a perdonar, compartir con alegría y descubrir en el otro a un hermano, no a una amenaza. Construirla exige humildad, generosidad y, por sobre todo, valentía, porque implica dejar de lado la lógica del descarte y apostar por vínculos que nos hagan una sola familia humana.
En continuidad con este llamado, resuenan también las palabras del Papa León XIV, quien en su primer mensaje para la Jornada Mundial de la Paz nos recuerda que necesitamos “una paz desarmada y desarmante”, capaz de romper la espiral de violencia y sembrar confianza entre los pueblos. Su invitación, al igual que la de su predecesor, nos anima a creer que la paz comienza en lo profundo de cada corazón y se expande cuando elegimos el diálogo por encima de la confrontación, el cuidado por encima de la indiferencia.
El Día Internacional de la Paz nos convoca, muy especialmente a esta Comisión Diocesana de Justicia y Paz y a todos los cristianos, a un renovado compromiso de encuentro: a construir puentes y no muros, a descubrir en el rostro del otro una oportunidad para aprender y crecer. Es una invitación a promover el diálogo y el aprendizaje intercultural, intergeneracional e interreligioso, capaces de transformar nuestras diferencias en una riqueza compartida. Solo así podremos convertirnos en ese poliedro del que hablaba el papa Francisco, donde el todo es más que la mera suma de las partes y donde la fraternidad abre paso a una paz duradera para toda la familia humana.