EL HORROR DE LA GUERRA NO SEAMOS INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO
En estos últimos meses, mucho se ha escrito sobre lo que está sucediendo en Gaza. Un ejército poderoso, uno de los más avanzados técnicamente de nuestro planeta, masacra a los civiles gazaties y obstaculiza la llegada de la ayuda humanitaria, mientras que Hamas, el grupo terrorista que “gobierna” la Franja, no se inmuta ante el dolor de su pueblo ni libera a los rehenes.
Nuestros compañeros de la Comisión General de Justicia y Paz de España escribían hace unos días: “No queremos que Atila recorra la franja de Gaza, no queremos ni bombas ni rehenes, queremos justicia y paz para quienes viven en Israel y en Palestina, queremos el pleno respeto de todos los derechos humanos en todas las tierras que pisó Nuestro Señor Jesucristo y en todo el mundo.”
Ibrahim Faltas, vicario de la Custodia de Tierra Santa, por su parte, escribe: “En Gaza, la vida tiene el mismo valor que la vida de todos los seres humanos que habitan el mundo. La vida de los niños nacidos en Gaza no está contaminada por el odio, como no lo está la vida de cada criatura nacida en el resto del mundo. La violencia corroe el corazón de la humanidad como el ácido más poderoso. El odio sembrado durante demasiado tiempo ha echado raíces y debe ser erradicado cuanto antes y por cualquier medio.”
No se puede decir mejor, por eso en nuestro alegato contra la guerra en todas partes del mundo, nos hacemos eco de estas peticiones de paz y justicia, porque la situación humanitaria que viven miles de personas solo puede resumirse con las dos palabras que Conrad en El corazón de las tinieblas, atribuye a su protagonista, el loco torturador Kurtz, antes de morir: “¡El horror! ¡El horror!”, que se interpretan como una revelación sobre la oscuridad interior del alma humana, el abismo en el que podemos caer si nos alejamos del Amor y el respeto a la dignidad del ser humano.
El horror del colonialismo y la esclavitud, el horror del holocausto, el horror de los gulags soviéticos. El horror en Gaza y en tantos lugares de “nuestra casa común”. Ucrania que se defiende de la invasión rusa, Sudán inmersa en una guerra cuyo efecto ha sido devastador en la población civil tanto a nivel de muertos como de desplazados, la República Democrática del Congo, donde sus riquezas naturales son una maldición para sus habitantes, coltán, cobalto, diamantes… 56 conflictos más o menos larvados que afectan a 92 países, a millones de niños y niñas, jóvenes, mujeres y hombres que mueren y sufren en un “horror” causado, en la mayor parte de los casos, por la ambición de poder y el odio al otro que parece no tener límites.
Por eso, nos unimos al llamamiento que ha hecho el Papa León XIV al término de su primera audiencia general de los miércoles, ante la situación «cada vez más preocupante» en la Franja, donde no cesan los ataques y la gente muere de hambre. El Pontífice exhorta a «permitir la entrada de digna ayuda humanitaria». Y pide a todos los fieles que recen el Rosario por la paz para que «desarmen sus corazones» en la búsqueda de “una paz desarmada y desarmante”.
No podemos callarnos, aunque nuestras voces parezcan estériles ante el ruido de las armas, por eso le pedimos al Príncipe de la Paz su ayuda y ponemos a sus pies nuestros corazones para que nunca caigan en las tinieblas de la indiferencia ante tanto dolor y sepan amar a amigos y enemigos.
Fotografía: Cuadrado negro de Malévich