JUSTICIA Y PAZ CON EL TIEMPO DE LA CREACIÓN

TIEMPO DE PAZ CON LA CREACIÓN, TIEMPO DE SEMBRAR SEMILLAS DE ESPERANZA Y DE PAZ. TIEMPO DE LA CREACIÓN. 
 
Paz a la humanidad, enfrentada en guerras fratricidas y absurdas. 
Paz con Dios, reconociéndole como el único, altísimo y omnipotente Señor de todo lo creado, de todo lo visible e invisible. 
Paz entre la humanidad y el resto de la Creación de Dios, para permitir la sostenibilidad de la vida en la biosfera de nuestra Casa Común, que constantemente dañamos. 
¡¡ Seamos portadores de semillas de Paz y Esperanza !!
 
Actualicemos un poco la memoria al inicio del curso. ¿Qué ha pasado este verano y que estamos celebrando este año y este mes los cristianos de todo el mundo?
 
En la Iglesia 
 
El 3 de julio de 2025 el Papa León XIV regalaba a la iglesia universal una nueva herramienta litúrgica para el cuidado de la Creación, mediante el Decreto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos - Formulario y lecturas bíblicas para la Misa por la custodia de la creación. Este nuevo formulario se incluye desde entonces en las Misas pro variis necessitatibus vel ad diversa (“para diversas necesidades y ocasiones”) del Misal Romano. 
Tiene especial interés no solo para las celebraciones que llevamos a cabo durante el mes de septiembre en el “Tiempo de la Creación”, también durante otros momentos fuertes del ciclo litúrgico e incluso del calendario civil (Cumbres y días internacionales relacionados con la custodia de la Vida y el Medioambiente, el día de la Tierra...) 
Por otro lado, el pasado 1 de septiembre celebramos la “Fiesta de la Creación”, una celebración impulsada por el Papa León XIV y que da continuidad a la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación (instaurada en 2015 por el Papa Francisco) para la cual se nos invitaba a utilizar el nuevo subsidio litúrgico antes mencionado.  
 
Con esta celebración iniciábamos todos los cristianos el “Tiempo de la Creación” que finalizará el 4 de octubre con la festividad de San Francisco de Asís, nombrado patrón de la ecología por San Juan Pablo II y cuya obra es reconocida y aceptada con cariño por las diferentes tradiciones de las iglesias y comunidades cristianas hermanas (anglicanos, ortodoxos, protestantes…) 
 
Las acciones y palabras del santo italiano de Asís han inspirado a muchos pontificados, siendo de especial relevancia por su cercanía temporal el del papa Francisco, primero de su nombre, que acogía así la espiritualidad del Poverello de Assisi. El Papa Francisco también escuchaba el grito de los pobres y el grito de la Tierra, bases de la Ecología Integral propuesta en su carta encíclica Laudato Si’ de la cual celebramos el 10 aniversario. Un texto que ha inspirado el camino a seguir en la iglesia católica, a gobiernos y ciudadanos de todo el mundo.  Como escribió el Papa León XIV en el Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación 2025: “La encíclica Laudato si’ ha acompañado a la glesia católica y a muchas personas de buena voluntad durante diez años: que continúe inspirándonos y que la ecología integral sea cada vez más elegida y compartida como el rumbo a seguir. Así se multiplicarán las semillas de esperanza, que debemos ‘custodiar y cultivar’ con la gracia de nuestra gran e inquebrantable Esperanza, Cristo Resucitado”. 
 
También celebramos el aniversario de los 800 años del Cántico de la Criaturas (obra inspiradora de San Francisco de Asís), la constitución ecuménica del Concilio de Nicea (que nos legó el Credo Niceno y supuso un tiempo de reconciliación frenando la violencia religiosa en ese periodo que enfrentaba a los cristianos) y como no, la celebración de las Jornadas Mundiales por el Cuidado de la Creación, que cumplen su 10 aniversario.  Es por tanto un año de gracia, un año en el que seguimos peregrinando y celebrando el jubileo de la Esperanza, para reconciliar al mundo con Cristo, a través de la restitución de la justicia y la paz, entre los seres humanos y de estos con Dios y con su obra, especialmente con la biodiversidad y los ecosistemas que conforman la biosfera y que nos sustenta, inspiran y protegen, conformando juntos la Casa Común. 
                                                       
 
En la Tierra 
 
Mientras que la Iglesia Católica sigue arrojando luz, el mundo parece seguir sumido en las tinieblas de los conflictos. 2025 sigue siendo un año cargado de violencia contra la creación de Dios, en la que se incluye la especie humana. Ya sea por los conflictos armados y las guerras económicas, incluidas las tensiones arancelarias, por los conflictos transfronterizos por los recursos naturales o por nuestra propia violencia al consumir compulsivamente, buscando satisfacer más los deseos que las necesidades reales, favoreciendo así un sistema de economía lineal que destruye a las personas y al medio ambiente. 
Además, este verano nos ha mostrado como la negligente gestión del territorio rural, las malas conductas personales y comunitarias y la acción de pirómanos con diversas motivaciones propias o ajenas, provocan inmensos incendios, generando la destrucción de más de 336.345 hectáreas de biodiversidad en España. Espacios naturales que tardarán décadas en reforestarse y en los que tal vez no pueda disfrutarse de la misma biodiversidad anterior, empobreciendo y vaciando cada vez más el mundo rural.   
También se ha continuado matando activistas defensores medioambientales y sociales en Latinoamérica y en otros continentes. Solo en Colombia la Defensoría del Pueblo y la Naturaleza emitió un informe alarmante indicando que solo en los primeros cinco meses de 2025 se habían asesinado a 81 personas, defensoras de los derechos humanos y medioambientales. Recordemos que en toda Latinoamérica en 2024 se asesinaron a 257 personas, muchos católicos, por defender los territorios y los pueblos, de las agresiones de las empresas, la corrupción y las explotaciones extractivistas insostenibles.
 
Las guerras
 
El Programa de Medio Ambiente de la ONU nos alerta de que al menos el 40% de todos los conflictos del mundo están vinculados con la explotación de los recursos naturales, ya sea por la explotación de madera, oro o petróleo, o recursos menos abundantes como el agua o la tierra fértil. Además, en las últimas seis décadas se han producido conflictos armados en más de dos terceras partes de los principales puntos de biodiversidad del mundo, poniendo en riesgo su conservación. La ONU nos recuerda que no puede haber paz duradera si los recursos naturales que sostienen los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos.
 
Recordemos que las guerras no solo afectan a millones de personas, también afectan al resto de la biodiversidad medioambiental, obra de Dios, antes, durante y después del conflicto… algo que seguro es motivo de escándalo para nuestro Señor Jesucristo, principio y fin último de la creación.  
La máxima militar romana “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz prepárate para la guerra) sigue influyendo en las gestiones de los gobiernos, en las potencias y sobre todo las grandes corporaciones empresariales afines a esta línea de acción. Esto hace que la industria armamentística este siempre en auge antes, durante y después de emprenderse las acciones bélicas. 
Abastecer los arsenales requiere de una producción de munición, armamento, vehículos, vestimenta y otros recursos de manera constante, como hemos aprendido con el conflicto generado por Rusia en Europa, a través de su invasión de Ucrania. Además, los países tienden a movilizar disuasoriamente a sus ejércitos, como India y China en sus fronteras comunes del Himalaya, EE.UU. en los diferentes océanos, Tailandia en su frontera con Camboya y muchos otros países de varios continentes. 
Mantener la industria armamentística requiere de una necesidad ingente de recursos naturales, que conllevan la destrucción de hábitats y la contaminación de la quema de combustibles fósiles en los desplazamientos y en la producción industrial. 
También en la fase de producción e investigación está la necesidad de probar el armamento, como las armas nucleares, generando grandes daños medioambientales en los entornos en los que son lanzadas. 
Durante el desarrollo del conflicto bélico, además de continuarse los efectos anteriores se suman los daños propios del enfrentamiento militar entre ejércitos o de estos contra la población civil. Pero a menudo olvidamos que también padece y sufre la biodiversidad y los ecosistemas en lo que se ejecutan las acciones bélicas. 
Se tiende a destruir las líneas de abastecimiento y suministros del enemigo, incluyendo los campos agrícolas, las fábricas, minas, centrales de suministros energéticos… generando una situación insostenible que dificulta la vida humana y la de las propias especies que habitan estos espacios naturales usados como campos de batalla. 
Los aviones de combate y de carga contaminan diariamente los cielos, mientras que la tierra se ve despedazada, quemada y contaminada por las explosiones de las bombas. La artillería, las trincheras, la obtención de madera para los ejércitos y para la propia población civil que padece los ataques acaba por deforestar los terrenos y contaminarlos. Pronto empezaran las inclemencias invernales en estos campos de batalla europeos y la tala de madera se intensificará, para calentar los hogares y los ejércitos.  
También los ríos y los mares absorben los impactos brutales de las agresiones, siendo espacios depositarios de residuos tóxicos y los deshechos de navíos hundidos, vertidos de combustibles contaminantes y munición utilizada, que afecta a los litorales marinos. 
Posteriormente al conflicto, los espacios naturales siguen siendo afectados por la contaminación, las minas sembradas y los daños causados que pueden tardar décadas o generaciones en restaurarse. Como ejemplo sirvan algunas cifras: 
En Afganistán el 95% del territorio ha sido deforestado por las guerras. 
En Colombia los conflictos bélicos impidieron la legislación adecuada de las explotaciones mineras de oro, provocando la contaminación de ríos y tierras con mercurio. 
En Ucrania la destrucción de la presa de Kajovka en junio de 2023 liberó 1,7 kilómetros cúbicos de sedimentos contaminados por metales pesados, nitrógeno y fósforo, entre otras sustancias, afectando a todos los terrenos inundados y generando espacios de contaminación que durarán décadas, afectando negativamente a las personas y a la biodiversidad de la zona. 
Hay muchos ejemplos que podríamos poner, pero es hora de recuperar la esperanza, de trabajar por la PAZ de DIOS.
 
Sembrar semillas de Paz y Esperanza
Por todos estos motivos, es justo y necesario celebrar el lema de este año, volver a centrar la mirada en Dios, en el Evangelio y en la esperanza de cambio personal y comunitario que se nos ofrece, a través de la conversión del corazón. 
Podemos empezar por modificar nuestros hábitos de consumo, empezando por tomar conciencia de la procedencia de los bienes comprados y de su huella ecológica, de la ética de su producción y de si con su compra financiamos o no ciertos hechos negativos.
Por ejemplo, una tentación sería invertir financieramente en la industria armamentística, ahora que está en auge, pero ¿es ético a vista del Evangelio, enriquecerse de esta manera?... ¿realmente buscamos enriquecernos a costa del sufrimiento de los demás? ¿dormiríamos tranquilos sabiendo que estamos apoyando acciones de muerte? Desde luego como auténticos seguidores de Cristo no podemos. 
Gracias a la acción del Espíritu Santo, Dios sigue inspirando comportamientos de paz en personas, colectivos e incluso en naciones… hay luz en la oscuridad. Hay amor que sana heridas, hay conciencias que gestionan los cambios a mejor en todas partes. Solo hace falta recuperar la esperanza en el Evangelio, las enseñanzas del Sermón de la Montaña… como en Mateo 7, 7-11. Si buscamos con fe, encontraremos. Si oramos desde una visión y acción basada en la justicia social del Reino de Dios, encontraremos la Paz que Dios nos propone. Seremos bienaventurados si trabajamos por la Paz, entonces se nos reconocerá como hijos e hijas de Dios, y esta manifestación ayudara a que la Tierra deje de gemir con dolores de parto. 
Pidamos, oremos, contemplemos, concienciémonos y alumbremos este mundo con la esperanza de nuestra fe en el Príncipe de la Paz, nuestro Señor Jesucristo.
Empecemos por retomar el Sermón de la Montaña y practicarlo. Ánimo, el camino merece la pena, nuestras futuras generaciones lo necesitan, la Tierra clama por ello. Nuestra Fe, debería impulsarnos a actuar por la Paz… 
También puedes sumarte al encuentro diocesano de parroquias y comunidades eclesiales comprometidas con el cuidado de la creación que celebraremos el 4 de octubre en la Parroquia de la Natividad de Nuestra Señora, en Madrid, a las 17:00h. Allí seguiremos buscando signos de esperanza, dando pasos para la paz. 
Te invitamos a caminar con nosotros en sus senderos, en paz con la Creación, con la humanidad, con Dios y con uno mismo.
 
Paz y Bien
Carlos Jesús Delgado Reguera. 
Miembro de Justicia y Paz Madrid
Coordinador de la Comisión Diocesana de Ecología Integral en la Archidiócesis de Madrid.