VIII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
VIII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Sirácida 21,5)
La Jornada Mundial de los Pobres, instituida hace ocho años por el papa Francisco, se celebra el 17 de noviembre, está enmarcada en el Año de la Oración e inicio del Jubileo Ordinario 2025. Este día es ya una cita obligada para toda la comunidad eclesial y una oportunidad pastoral que, incita a todos los creyentes a escuchar la oración de los pobres, los marginados, los que sufren, los olvidados y rezar con ellos, tomando conciencia de su presencia y escuchando sus necesidades y nos permite tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que les ayuden concretamente y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados.
El papa en su mensaje nos anima a orar entorno al lema de este año: “La oración del pobre sube hasta Dios”, a reflexionar y contemplar “en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento”.
Desde la Comisión diocesana de JyP, queremos hacer hincapié en el hecho de que la pobreza es una consecuencia de múltiples factores: la injusticia social, las guerras, la violencia cotidiana, doméstica, institucional, y tantas otras causas como, por ejemplo, el cambio climático, los desastres naturales,… y por qué no, de nuestras propias miserias.
Empecemos por reconocer a los que tenemos a nuestro lado, sabiendo que, ante Dios, todos somos pobres y necesitados, y que los que menos tienen nos enseñan a vivir despegados de nosotros mismos, nos transmiten fe y esperanza confiados muchas veces sólo en el Señor.
En este año en que las guerras y todas las otras formas de la violencia señaladas parecen querer adueñarse de nuestro planeta, queremos subrayar que ambas son fuentes de pobreza extrema, al provocar muerte, desplazamientos forzados, destrucción de casas y cultivos, pérdida de trabajos y todo tipo de bienes y que penalizan, en especial, a los más pequeños ¿qué mayor pobreza que perder la niñez?
Mejorar la situación de la pobreza parece tarea imposible para los seres humanos, por ello oremos al Señor humildemente, estemos cada día en su presencia y escuchemos su Palabra, que Él ponga su amor misericordioso en nuestro corazón pobre y necesitado, que nos conceda ese don tan precioso de la paz y nos permita al mismo tiempo ser peregrinos de esperanza, para poder ser “dóciles, estar atentos y escuchar su clamor y socorrerlos”, que sean el centro de nuestras vidas, pues realmente ellos nos enseñan a vivir.
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